domingo, 26 de octubre de 2014

ÉTICA DE ROEDORES XXXI: REFUGIOS

   La escritura es el único refugio seguro para el roedor, porque habitar el espacio que brota de la escritura aporta esa necesaria ilusión de libertad. Todo lo demás, lo que no es escritura, es inclemencia. Max Zoster decía que las líneas del dibujo le servían de techo ante las tempestades. Si leemos mil veces una línea, un fragmento de nuestro libro preferido, es para ocultarnos. Si contemplamos el cuadro del mejor artista o escuchamos la mejor composición, es para mimetizarnos, escondernos y huir. La escritura es un territorio, nuestro territorio. Se trata de un continuo, pensamiento-escritura, una cristalización espacial y temporal. Y es un refugio dinámico: nuestros senderos de creación. Todas las artes generan espacios de pensamiento, espacios de posibilidades. Pero no hay que olvidar que todo es materia y que los senderos de creación también son materiales, de gran complejidad física, pero materiales. No hay otras dimensiones. Incluso el pensamiento, las ideas, pertenecen a lo único que existe, protones, neutrones, electrones, átomos, moléculas, neuronas, neurotransmisores, cerebros, cuerpos, grupos, explotadores, explotados, clases sociales... Los significados de los símbolos que utilizamos son configuraciones materiales. Pintar, escribir, tallar, construir, dibujar, cantar y bailar son actividades físicas. La escritura es un refugio construido con cartones y madera vieja. Es un refugio que huele a humedad, a cobijo para días de lluvia en la niñez. Es áspero y con esquinas cortantes, pero da seguridad y sensación de libertad. La escritura es una actividad que juega con el infinito, por eso todo es posible. Uno puede hundirse en la soledad de la escritura rodeado de los mejores. Incluso puede reconstruir todo el universo dentro de ese espacio propio, único.