Hay mucha labor, demasiada labor: destejer lo que ayer estuvimos tejiendo con tanta ilusión y hoy nos parece lo más horrible del mundo. Hay mucho trabajo por delante: desmenuzar las osadas palabras arrojadas al viento con tanta insolencia. Hay mucha faena para mañana: borrar los insulsos senderos que abrimos entre la maleza sin pensar cada pisada. Tenemos una tarea infinita: soportar nuestros hábitos corroídos por el aburrimiento. Empecemos la revolución: que nuestras miradas sean inteligentes y nuestros gestos atrevidos. Hay una gran labor: desmontar las instalaciones de nuestro yo y observar la llanura, el hermoso erial. Y no olvidemos escuchar, porque la utopía del silencio no es una tarea menor. Hay tantas tareas: olvidémonos de nuestras proezas, porque arruinan cualquier impulso creativo. Tareas muy complicadas nos quedan: observar como si nadie observara y huir de la pesada carga de nuestras grandes hazañas. Cuánto trabajo por delante, cuánta revolución pendiente: roer nuestra sombra hasta desgastarla para así poder empezar de nuevo y no aburrirnos con los pliegues acartonados de nuestro ser.