Ilustración de Luis Miguel Morales ‘MOGA |
“Apelamos a la responsabilidad
de cada ciudadano”, nos recalcan las autoridades. Cuando la incertidumbre
impide legislar de forma coherente, se apela a la responsabilidad individual.
Estamos tan poco acostumbrados, que muchos ciudadanos se indignan. Lo ven como
una forma de lavarse las manos, para que seamos nosotros los que nos devanemos
los sesos y nos equivoquemos. Porque si el Estado no se atreve a prohibir ni a
obligar, si no sabe nada del qué y del cómo, entonces es que el asunto es muy
oscuro, con dilemas morales incluidos.
Para pagar los impuestos o para conducir no suele haber esta
atribución de responsabilidad, o descarga, por parte del Estado. A nadie se le
ocurre proponer que el pago de los impuestos dependa solo de nuestra
responsabilidad, y que no hace falta una ley que regule todos los casos. Que
cada uno sepa lo que tiene que pagar a hacienda y cuándo… Tampoco con el
tráfico parece conveniente decir que cada uno elija la velocidad que considere
adecuada, según su responsabilidad. En ambos terrenos, hemos elaborado una
legislación muy compleja, llena de limitaciones, obligaciones y prohibiciones.
La incertidumbre y la novedad vienen de la mano. Se apela a
la responsabilidad de los ciudadanos para prevenir los contagios y saber qué
hacer en cada caso. Se nos pide observar, valorar y decidir, desde nuestro
conocimiento, desde nuestras circunstancias y desde nuestra autonomía. Quieren
que seamos capaces de valorar las consecuencias de nuestras decisiones, porque
nuestros actos afectarán a los demás, a la sociedad en su conjunto.
En el ámbito educativo hay un asunto que nos trae de cabeza:
el uso de los teléfonos móviles y dispositivos similares. Hay muchas dudas, tanto
en el ámbito familiar como en el escolar. Y las opiniones son muy dispares.
Algunos creen que la única solución es la prohibición absoluta del uso del
móvil en los centros educativos. El uso responsable de estos dispositivos lo
ven como una utopía. Una vez que el móvil está en manos del alumno, va a ser
imposible evitar que se haga un mal uso. Los más optimistas creen que sí es
posible enseñar a utilizar bien todos estos aparatos. Se trata de herramientas,
en este caso digitales, de gran utilidad para todas las materias. Uno de los
objetivos del sistema educativo actual, dicen, debería ser enseñar a manejar
todos los recursos digitales, tan necesarios en el mundo laboral y cultural, en
el ocio, en el consumo…
Para usar bien las nuevas tecnologías es preciso poseer un
conocimiento de las normas técnicas. No hace falta saber programación ni ser un
experto en hardware, pero sí hay que conocer cómo se usa bien un programa para
realizar correctamente una tarea. Pero usar bien las tecnologías digitales también
conlleva un conocimiento ético y jurídico. Y es aquí donde entra la
responsabilidad.
Decimos que una persona es responsable cuando se hace cargo
de las consecuencias de sus acciones. Hacerse cargo significa pensar antes de
actuar y valorar todas las posibilidades, a corto y a largo plazo. La
responsabilidad está emparentada con la prudencia. Cuando uno responde por lo
que ha hecho, ante el tribunal de la conciencia o de la justicia, o simplemente
ante los que le rodean, está dando por hecho que sus actos son fruto de una
decisión libre. Así que la responsabilidad también está emparentada con la
autonomía moral. Al apelar a la responsabilidad, se está recuperando al sujeto
moral, aplastado en muchas ocasiones por las normativas y protocolos. Ninguna
legislación puede acabar con la ambivalencia de los usos de las nuevas
tecnologías. Solo la responsabilidad personal y el sentido común pueden
garantizar un uso racional.
Graciano González R. Arnaiz, en su libro Ética y responsabilidad (Tecnos, 2021), dice que estas apelaciones a la responsabilidad se han puesto de moda porque las nuevas tecnologías han causado “una ampliación del radio de acción del comportamiento humano”, lo que se ha traducido en mayor incertidumbre y conciencia del riesgo. Tras el “desfallecimiento de la razón para saber qué debemos hacer”, la responsabilidad se ha convertido en el centro de la reflexión moral. La responsabilidad se basa en la apertura al otro, en la obligación que tenemos de “responder de nuestras acciones en el encuentro con los otros”.
https://www.diariodejerez.es/jerez/responsabilidad_0_1646237056.html
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