Nada parece suceder en su momento oportuno. Los malditos roedores no saben ya a qué atenerse. El terrible dinosaurio domina los tiempos de todos los organismos del bosque. Lo que ayer era posible hoy es intempestivo. Quizás esos grandes seres conozcan otras leyes de la naturaleza, ajenas al ruin intelecto del roedor común. La vieja sabiduría del bosque profundo aconseja no precipitarse. El momento oportuno, ese que no debemos dejar escapar, solo se presenta ante las mentes prudentes, las que saben esperar lo necesario. Esa misma ciencia del mundo nos recuerda que el roedor no es un árbol, ni una seta. Esperar más de lo debido nos convierte en piedras, cantos rodados. Sabe el filósofo que no hay un algoritmo para atrapar a kairós, ni lo habrá. Habitamos la incertidumbre de las sombras. Nadie conoce las leyes de la sazón universal, ni las conocerá. Claro, el terrible dinosaurio aparenta saber más de la cuenta, así intimida al maldito roedor.