jueves, 25 de octubre de 2018

PATATAS A LA IMPORTANCIA


       

          Desde lo de Sócrates los filósofos son muy desconfiados. Que maten al hombre más sabio de Atenas no está nada bien, un hombre que lo único que hizo fue dialogar con los ciudadanos sobre el bien, la justicia, la verdad, la belleza… Era un tábano molesto, siempre preguntando, un personaje incómodo. Le obligaron a brindar con cicuta, y él aceptó beberla, por coherencia, algo que sigue asombrando a todos los mortales y preocupando a nuestros gobernantes… Somos muy escépticos los filósofos. Sospechamos de todo, incluso de los halagos. Nuestros representantes, y por unanimidad, vuelven a otorgar importancia la Filosofía, dicen los titulares… Cada vez que escucho la palabra importancia, me acuerdo de las patatas a la importancia, qué le vamos a hacer...
         El Congreso de los Diputados ha aprobado una Proposición no de Ley para que la Filosofía sea obligatoria en los tres últimos cursos de secundaria. Las leyes educativas anteriores habían arrinconado la materia de Historia de la Filosofía, de segundo de Bachillerato, y habían eliminado la Ética de 4º de ESO. La Filosofía de 1º de Bachillerato se ha mantenido como obligatoria, con tres horas semanales. Ahora se pretende, creo entender, que la Historia de la Filosofía vuelva a ser obligatoria para todas las modalidades de bachillerato y que aparezca  en los exámenes de acceso a la universidad. En Andalucía (donde por lo visto todo lo hacemos mal) ya nos dimos cuenta del error y hemos resistido, como gato panza arriba, a semejantes embates legislativos: la Historia de la Filosofía no ha llegado a desaparecer del todo y actualmente es obligatoria en todos los bachilleratos, con dos horas semanales. Resulta que ahora somos la vanguardia…
         El objetivo esencial de la Historia de la Filosofía no es de carácter arqueológico, es decir, no se trata de estudiar los sistemas de pensamiento como meras huellas del pasado, curiosidades históricas para mantener en una vitrina. Analizamos las filosofías del pasado para comprender nuestro presente, para saber de dónde ha surgido nuestra visión de la naturaleza, el concepto de ser humano, la democracia, los derechos, la idea de arte o el método científico. Quizás este ha sido el error de los que nos dedicamos a enseñarla: no haber explicado bien este objetivo y no haberlo concretado adecuadamente en la metodología. Un poco de autocrítica no nos viene nada mal. Si no hemos sido capaces de mostrar la Historia de la Filosofía como una herramienta para analizar nuestro contexto social actual, no debe extrañarnos que los ciudadanos y gobernantes la vean como algo totalmente prescindible.
         La Filosofía promete mejorar nuestra capacidad de argumentación y nuestro sentido crítico, y así ser más libres, justos y tolerantes. Lo promete... Quizás ahí debemos mejorar mucho también. En lugar de obsesionarnos con los textos y la repetición de teorías, a lo mejor deberíamos insistir más en el pensamiento creativo y en la capacidad de razonar sobre temas actuales. Que no se nos olvide que los representantes políticos de las últimas décadas estudiaron muchas horas de Historia de la Filosofía… Necesitamos, es cierto, ciudadanos que conozcan los diferentes sistemas conceptuales, los comparen y elijan de forma autónoma el que consideren más razonable o construyan el suyo propio. Pensar de forma autónoma no significa pensar en el vacío, eso es imposible. La creatividad y la originalidad fermentan en ese poso de saber que la tradición nos ha legado. Esa autonomía puede servirnos para evitar la ofuscación ideológica, la alienación, el fanatismo y todo tipo de falsas creencias.
         Las patatas a la importancia es un guiso elaborado con un tubérculo que fue despreciado en Europa cuando se introdujo en la dieta tras el descubrimiento de América: comida para las bestias, decían algunos. Un guiso con ingredientes humildes, pero que requiere mucha elaboración. Así ocurre con la Filosofía, su ingrediente básico es el sentido común crítico que todos poseemos, como dirían Descartes o K. Popper. Desarrollarlo exige también mucho trabajo. Para pensar con rigor analítico, algo necesario en todas las ramas del saber, necesitamos conocer la lógica y las formas de argumentar llevadas a cabo en los diferentes momentos de nuestra Historia.
          Es crucial entender cómo cada modo de producción, cada sociedad, ha generado tipos de pensamiento diferentes, con sus problemas y soluciones. Hoy tenemos los nuestros, los propios del capitalismo tardío. Los retos de nuestras democracias y del sistema tecnocientífico son muy complejos. Nos las tenemos que ver con la globalización, la desigualdad y la pobreza, los nacionalismos, la clonación, la eutanasia, la inteligencia artificial, la manipulación de la información, el cambio climático… Todos los grandes problemas requieren, además de un conocimiento especializado, un pensamiento de alcance global, que sea capaz de conectar todas las esferas de la acción humana (la economía, el derecho, la ciencia, la tecnología, las artes…) y nos permita tomar decisiones con prudencia.

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