Cuando pensamos que todo está dicho y hecho es cuando se
puede ser original. Precisamente por eso nos sorprenden los grandes artistas y
los mejores científicos. Cuando ya nadie espera nada en un determinado campo,
aparece una mente que se atreve a crear algo nuevo.
Se viene
hablando de la crisis de la novela desde hace varias décadas. Pero cada vez que
estábamos tramitando los papeles de tan sensible pérdida, surgía algún
insolente con algo raro en sus folios. ¿Cómo sabe uno que está ante algo
realmente nuevo? Lo sabe porque experimenta una incertidumbre y un desasosiego
fuera de lo normal al intentar juzgar lo que está leyendo o contemplando. La
estética de la recepción se encarga de este asunto tan moderno. A los griegos
les preocupaba más cómo definir lo bello, lo bueno y lo verdadero. A nosotros,
los postmodernos, nos inquieta saber reconocer lo nuevo.
El primer
libro que leí de Enrique Vila-Matas fue Doctor
Pasavento. Estuve a punto de abandonar la lectura cuando llevaba menos de
cien páginas. No sabía qué estaba leyendo. No sabía si era un ensayo, una
novela o una biografía. Y fue esa incertidumbre la que me obligó a reconocer
que estaba en presencia de un sendero creativo nuevo. Lo mismo puede ocurrirnos
con la lectura de La parte inventada,
de Rodrigo Fresán, una novela construida con bucles narrativos, con la
descripción de esa misma escritura y con el juego de las perspectivas.
Para
iniciar un nuevo sendero creativo el artista y el científico tienen que
transitar por las fronteras. Las novelas que he mencionado son arriesgadas,
temerarias, porque utilizan recursos literarios propios de otros géneros,
literarios o artísticos. Y es esa mezcla de géneros la que te invita a seguir
leyendo para descubrir dónde situarnos. Esas formas de narrar son más exigentes
con el lector y más divertidas. En las artes no hay nada más aburrido que ver
delante un camino bien señalizado y con un plano detallado.
Transitar
la frontera conlleva siempre una nueva filosofía del arte o de la ciencia. Las
vanguardias nos interrogan sobre la misma esencia del arte y nos proponen
definiciones nuevas. Algunos críticos literarios dirán que lo que ha escrito
Fresán en La parte inventada o
Vila-Matas en Kassel no invita a la
lógica no son realmente novelas. Del mismo modo, el poeta Antonio Hernández
en Nueva York después de muerto realiza
una reflexión poética abierta. Ya no sabemos si leemos poesía, pero no nos
importa porque el escritor nos ha proporcionado ese algo que no sabemos adónde conduce.
Varios
artistas están utilizando el conocimiento científico, biológico, y los
procedimientos de los laboratorios para crear. Es el caso de The Tissue culture
and Art Project, Marta De Menezes, Joaquín Fargas, etc. Son proyectos polémicos
porque sus obras no son cuadros, no son esculturas, no posibilitan una
experiencia estética en el sentido clásico, tampoco es mero arte conceptual,
pero no es sólo ciencia ni sólo tecnología. Extraños artefactos…
Los
senderos creativos surgen cuando somos capaces de trasladar una estructura de
un campo de la experiencia a otro. El matemático francés Henri Poincaré lo
señaló en varias de sus obras sobre teoría del conocimiento. Para crear hay que
saber establecer analogías. La matemática capta estructuras y ayuda a ver
analogías en otros terrenos, como la física o la biología. Avanzar en la
investigación implica saber reconocer esas analogías. Ya nadie discute el papel
central que tienen las metáforas en las ciencias.
No es lo
mismo la investigación física que la literatura. Sin embargo, en todos los
campos del conocimiento es preciso mezclar si queremos avanzar. Algunos de los
teoremas matemáticos más difíciles obtuvieron solución porque alguien se
atrevió a conectar diferentes ramas de la matemática. Y los artistas originales
han sabido mezclar técnicas y materiales aparentemente muy distantes.
¿Cómo establecer esas analogías? ¿Cómo
conectar lo que no estaba conectado? ¿Cómo construir buenas metáforas? El
creador que transita la frontera tiene que observar, experimentar y luego
mezclar. Intervienen dos tipos de procesos, conscientes e inconscientes. O
mejor, dos dimensiones. Este ruinoso mecanismo
de pensar (Hölderlin) se nutre de experiencia y luego trabaja y trabaja
hasta que, sin saber cómo o sabiendo cómo, algo encaja.
http://www.diariodejerez.es/article/jerez/1771503/transitar/por/la/frontera.html