martes, 21 de enero de 2014

ALAN TURING, PERDONADO.

            
         Después de sesenta años de su muerte, Alan Turing (1912-1954) ha recibido el perdón real. Esta es la noticia que hemos podido leer últimamente en varios periódicos. El delito que cometió el gran matemático y filósofo fue ser homosexual. Para no ir a la cárcel se le ofreció la alternativa de la castración química, que aceptó. A los dos años apareció muerto en su laboratorio tras comer una manzana impregnada de cianuro. Según la versión oficial, fue un suicidio. Otros historiadores hablan de una equivocación, debido al desbarajuste de su laboratorio. Y otros mencionan la palabra asesinato, porque sabía demasiado.

         Las víctimas de esas leyes intolerantes, injustas y homófobas han sido muy numerosas y merecen la misma amnistía. Si Turing ha recibido tanta atención en la prensa, se debe a que estamos ante uno de los principales matemáticos y pensadores del siglo XX. Sus investigaciones cambiaron el rumbo de nuestra sociedad,  y no sólo en el plano científico.

         En 1936 publicó un artículo en el que se definía de forma precisa qué es un algoritmo (On computable numbers, with an application to the Entscheidungsproblem). El problema de fondo era la decidibilidad: si existía un procedimiento para resolver todos los problemas planteados en los sistemas formales. Un algoritmo es un conjunto finito de pasos que nos permite, dada una entrada (input), obtener una salida (output). Turing definió este tipo de procedimientos a través de su concepto formal de máquina. Otros matemáticos, como A. Church, formularían definiciones equivalentes. Quedó claro qué es computar y sus límites.

         Dados su conocimientos en computación, las autoridades británicas lo reclutaron para intentar descifrar los mensajes que codificaba ENIGMA, una pequeña máquina para generar órdenes en clave entre los submarinos de Hitler. Turing pudo poner en práctica sus conocimientos matemáticos y, tras descifrar el código de los alemanes, adelantó el final de la guerra, lo que evitó más muerte y destrucción.

         En 1950 publicó otro artículo fundamental para la historia de la informática y de la filosofía (Computing machinery and intelligence). En ese texto se planteaba la posibilidad de construir inteligencia artificial (IA), ordenadores capaces de pensar como un ser humano. La máquina universal de Turing se presentaba como una máquina capaz de ejecutar cualquier programa, cualquier conjunto de instrucciones expresadas con precisión. Ahora bien, definir qué es pensar y qué es inteligencia no era tan sencillo. ¿Cómo saber si un ordenador piensa, razona? ¿Cuándo sabremos que hemos obtenido inteligencia artificial? Turing propuso el juego de imitación, lo que hoy conocemos como el Test de Turing.

         Imaginemos que nos comunicamos a través de un teclado con dos sujetos que hay detrás de una pared, ocultos. Uno de ellos es una persona y el otro un ordenador. Podemos preguntar lo que queramos a cada uno de ellos. El día en que seamos incapaces de identificar con certeza absoluta al ordenador habremos obtenido inteligencia artificial.

         Por último, en un artículo de 1952 (The chemical basis of morphogenesis), Turing abrió otro campo de investigación básico en la actualidad, la morfogénesis. Comenzó a aplicar las matemáticas al surgimiento de estructuras en los seres vivos.

         En castellano disponemos de varias biografías sobre Turing. En 2013 acaba de publicarse en la editorial Turner “Alan Turing. El pionero de la era de la información.” de B. Jack Copeland, uno de los grandes expertos en la historia de la inteligencia artificial y en la obra de Turing. En la editorial Nivola, Rafael Lahoz-Beltrá ha publicado en 2005 “Turing. Del primer ordenador a la inteligencia artificial.” Y en Antoni Bosch Editor apareció en 2007 “Alan Turing. El hombre que sabía demasiado.” de David Leavitt.