sábado, 23 de marzo de 2013

TRAMPAS DE LA AUTOCONCIENCIA II

 Estamos tan acostumbrados a pensarnos a nosotros mismos que nos resulta raro que el mundo haya existido antes sin nuestra conciencia o la conciencia de otro ser. Una realidad no pensada nos parece una contradicción. Así que lo arreglamos creyendo que toda la realidad tenía como finalidad producir la conciencia. Lo que fue una casualidad lo convertimos en una necesidad. Y terminamos haciendo teología, como le dijo Feuerbach a Hegel.
 Somos conscientes de nuestra finitud y no nos gusta. Por lo tanto, nos negamos a admitir que seamos seres efímeros. Deseamos ser diferentes a lo material, a lo físico; así que decimos que nuestra esencia es de carácter espiritual. Queremos ser eternos. Donde sólo hay azar y finitud queremos contemplar eternidad y necesidad.
 Somos conscientes de que el ser es plano; si no hubiéramos existido no habría pasado nada. Pero queremos valer algo, ser algo más. Algo bueno, como nosotros los humanos, no puede dejar de existir así como así. Por lo tanto tenemos un valor absoluto que nos proporciona cualidades trascendentes. De la inmanencia que nos muestra el sentido común pasamos a una trascendencia diseñada a medida.