Ilustración de Domingo Martínez |
Hace unos días me enteré de que
un libro de filosofía había sido prohibido en un centro de enseñanza. La obra
es Filosofía en la calle, de Eduardo
Infante, publicada por la editorial Ariel. La noticia me llegó por Twitter. Los
seguidores le daban la enhorabuena y se indignaban por lo sucedido, todo a la
vez. Las felicitaciones se debían al trabajo bien hecho por el filósofo, y la
indignación brotaba ante semejante ataque a la libertad de pensamiento. Suena
raro en estos tiempos, un libro prohibido, censurado…
¿De qué trata para ser tan peligroso? Eduardo Infante se
considera seguidor de Sócrates. La filosofía no debió salir nunca de las calles
y plazas. La hemos desvitalizado al encerrarla en la burocracia de los sistemas
educativos. “Los profesores corremos el peligro de convertir nuestras aulas en
cavernas, desconectadas de los problemas y las inquietudes de nuestros
alumnos…” Cuando Eduardo Infante se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, salió
a la calle con ellos y les preguntó qué les interesaba de verdad.
En el libro plantea
FiloRetos, hilos de conversación. Con las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación, el ágora se ha trasladado a las redes sociales. Por eso el
autor utiliza Twitter. La filosofía se instala ahora en la plaza pública
virtual, porque internet puede ser también un buen espacio para dialogar de
forma abierta y tolerante.
Los FiloRetos son preguntas filosóficas que surgen en nuestra vida diaria, dilemas y dudas radicales. ¿Deberías contárselo todo a tu pareja? ¿Debes obedecer siempre a la autoridad? ¿Tiene importancia que tu pareja fisgue en tu móvil? ¿Sirve de algo rezar? ¿Son malas las drogas? ¿Cuánto necesitas comprar para ser feliz? ¿Debería un hombre ser feminista? ¿Podría ser el suicidio la solución a alguno de tus problemas? ¿Deberías hacerte vegetariano? Si te quedases embarazada, ¿abortarías? ¿Las galas de Operación Triunfo son arte?...
Da la impresión de que los libros de texto han sido diseñados para aburrir y evitar que los alumnos piensen, dice el autor. Hablan de problemas enrevesados, ajenos a la vida y explicados con una terminología críptica. Por eso Filosofía en la calle está escrito con claridad, para que lo entienda cualquiera que desee pensar. Y hay muchas referencias al cine, con el fin de acercarse a los conflictos humanos desde múltiples perspectivas.
Son asuntos que nos conciernen a todos y que no podemos
ignorar, ya que nacen de la interacción con los demás. A lo largo del texto Eduardo
Infante nos propone conceptos, argumentos y teorías para abordar de forma
directa esas inquietudes vitales. Las ideas de Platón, Aristóteles, Kant,
Bentham, Weil o Lévinas pueden ayudarnos a plantear bien estos problemas prácticos
desde nuestra autonomía. Aparecen diferentes soluciones, a veces
contradictorias entre sí. Es el lector el que debe juzgar cuál es la más
razonable. A través del código QR se accede a un hilo de Twitter donde uno puede
dejar su opinión sobre el tema tratado.
Que una caja de herramientas sea prohibida causa mucha
extrañeza desde el punto de vista educativo. Quizás el peligro venga de la
capacidad que tienen esas herramientas, las ideas, tanto para construir como
para desmontar.
Hay problemas de los que nunca hablamos… Por lo visto,
alguien se quejó de que este libro trata de asuntos inapropiados para los
jóvenes que estudian bachillerato. Es mejor que nos topemos con ellos sin haber
reflexionado antes, para darles una solución improvisada o que nos los
resuelvan otros… Este es el dilema: si no hablamos de ciertos asuntos, mal (la
escuela está desfasada); y si hablamos de ellos, también mal (adoctrinamos o
escandalizamos). La educación siempre camina por el alambre, haciendo equilibrios,
entre la libertad de pensamiento y el respeto a la autoridad y la tradición.
Michel Onfray publicó en 2001 su Antimanual de filosofía en la editorial Edaf. Los títulos de cada
apartado también eran provocadores. En la introducción, “¿Hay que empezar el
curso pegándole fuego al profesor de filosofía?”, dice que lo peor es
convertirse en un funcionario de la filosofía y lo mejor, lo deseable,
desarrollar una enseñanza socrática. Sin olvidar que tenemos que aportar los instrumentos
conceptuales necesarios. “Cuanto más rico sea vuestro vocabulario, más profundo
puede hacerse vuestro pensamiento; cuanto menos lo es, en peores condiciones
estaréis para desprenderos de los tópicos…”
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