Chiharu Shiota |
La escritura me
permite estar fuera de lugar, alejada de todo, alejado de mí. Nunca había
escrito nada propio, original. Ahora he empezado a hablar, a utilizar mi
gramática del desplazamiento. Ya nadie puede atraparme, porque cuando los demás
llegan yo estoy en otro lugar. La escritura me permite estar fuera de lugar,
cerca de ti, cerca de mí.
La escritura me permite habitar mi
propio espacio, alejada de todo, alejado de mí. La arquitectura del lenguaje no
posee paredes ni techos de cristal, solo un armazón de libertad. Mi espacio
emerge de las palabras que nombran mi mundo. Mi habitación tiene la solidez que
otorgan los sueños. La escritura me permite habitar mi propio espacio, tu
espacio, la vida en común.
La escritura me permite expresar mis
necesidades radicales, lo que tú no sabes, lo que nadie imagina. Estoy cansada
de que todos programen mi felicidad. Anhelos artificiales, eso es lo que
construyeron con sus buenas y sus malas intenciones. La escritura me permite
expresar mis necesidades radicales, lo que tú ya sabes, lo que tú y yo
necesitamos.
La escritura me permite valorar mis
tratos, saber si soy piedra o madera, hierro o roble, animal o cosa. No quiero
que me traten bien; quiero ser la persona que firma el trato, el acuerdo. Hemos
firmado un buen trato, palabra de honor. Palabra de mujer, palabra de hombre,
palabra de persona. Palabra. La escritura me permite valorar mis tratos, saber
si soy piedra, papel o tijera.
La
escritura me permite ser consciente de mi dignidad, de lo que soy, de lo que
deseo ser y de lo que no quiero ser. ¡Cómo lo van a saber los demás si yo
necesito toda mi vida para aclararme! Pero los ingenieros del ser, los que
fabrican roles y comportamientos enlatados, quieren aconsejarme, sugerirme… ¡No
saben que escribo, pobrecillos! La escritura me permite ser consciente de mi
dignidad, de lo que somos, de lo que queremos ser de común acuerdo.