Cualquier definición de cultura resulta insatisfactoria,
bien por ser demasiado general, bien por dejar fuera ciertas actividades
humanas. Lo mismo ocurre con el término “intelectual”, a veces ambiguo, vacío o
contradictorio. En campaña electoral, todos los partidos se preocupan por la
cultura. Y todos quieren la opinión favorable de los intelectuales.
En sentido
antropológico, la cultura abarca casi todas las dimensiones humanas. Se trataría
de una forma de vida, un sistema de creencias, valores y normas, transmitido
mediante el aprendizaje social. Las lenguas, la manera de cocinar, las
canciones, la poesía, los juegos, las relaciones de producción, las ciencias y
las técnicas, todo ello cabría en este concepto amplio de cultura.
Hay diferentes
culturas porque hay diversos modos de adaptarse al entorno. Tradicionalmente se
ha dicho que la cultura nos eleva por encima de la naturaleza. Algunos han
llegado a ver una oposición entre naturaleza y cultura. El cuerpo, con sus
mecanismos e impulsos, sería el ámbito de la naturaleza, de lo determinado y
necesario. Los seres humanos, como entes físicos, transmitimos información a
las siguientes generaciones, con los genes. Sin embargo, el desarrollo del
lenguaje, la capacidad simbólica, la vida en sociedad y la racionalidad, nos
permitirían vivir en otra dimensión de lo real, constituida de palabras,
fórmulas, conceptos, imágenes, melodías, normas,.. Sería el ámbito de lo indeterminado,
de la libertad y de la dignidad humana. La información que transmitimos por
aprendizaje social es, por tanto, de otro tipo.
Miguel Parra |
Pero, desde un
enfoque naturalista, la oposición entre naturaleza y cultura queda hoy
disuelta. Nuestra racionalidad, práctica y teórica, sería fruto de la selección
natural. La naturalización de la cultura implica comprenderla desde el azar de
las mutaciones, los factores de un entorno concreto y la lucha por la
supervivencia. Todas las actividades culturales estarían conectadas con facultades
que han surgido por esa selección natural. Es un enfoque inmanente: las
capacidades cognitivas son propiedades de un sistema nervioso, que funciona en
un ente vivo.
Desde un punto
de vista más reducido, el término cultura hace referencia a la ciencia, la
literatura, la pintura, la música, la filosofía, el teatro, etc. Algunos
utilizan el término “alta cultura” para hablar de esas disciplinas. El trabajo
de un herrero o de un alfarero quedaría, quizás, fuera de esa “alta cultura”. Los
intelectuales, si es que existen, pertenecen a ese ámbito excelso. Son
profesionales, expertos en una disciplina, pero con un dominio considerable de
los principios básicos de todas las demás. Poseen una visión crítica y global
de la sociedad. Resaltan por su amor incondicional a la verdad, la justicia y
la libertad. También destacan por la prudencia de sus palabras, el tono
dialogante y una incansable lucha contra la opresión y las miserias humanas. Su
compromiso les lleva a arriesgar sus carreras, a enfrentarse al poder
establecido y a criticar a sus propios amigos y camaradas, si la verdad lo
requiere.
Dicen los
intelectuales que nuestros representantes deberían tomarse en serio la política
cultural y educativa, ya que es esencial para el futuro de la sociedad española.
No vendría mal contar, dicen, con un proyecto educativo para varias décadas. Y
que hubiese tiempo para que la comunidad educativa pusiera en marcha dicho
programa, con la participación y el consenso de todos los sectores… Deberíamos
exigir a los futuros gobernantes que bajen el IVA cultural; que mejoren la
programación de los medios de comunicación de carácter público; que los museos
sean todos gratuitos; que el cine, el teatro y la ópera reciban las ayudas
necesarias para que los precios de las entradas no suban; que se proteja al
sector del libro con una ley seria que defienda los derechos de autor y acabe
con la piratería; que los jóvenes científicos puedan seguir trabajando en
laboratorios españoles; que se mejoren las relaciones entre la empresa y la universidad;
que se fortalezca el sistema de becas de investigación; que los deportes
minoritarios obtengan la atención que merecen…
Hay muchas
razones para preocuparse por la cultura. Además de generar riqueza y puestos de
trabajo, nos convierte en seres más sensibles ante la belleza y ante las
injusticias. La literatura, la escultura y las matemáticas nos dan un placer
intelectual que tiene valor en sí mismo. Y nos permite resistir de forma
crítica ante la irracionalidad y los abusos de poder.