lunes, 24 de diciembre de 2012

TURING

 La imagen de Turing corriendo refleja muy bien lo que fue su vida y su pensamiento. Una huida permanente en una sociedad estructurada a partir de múltiples formas de violencia, desde la homofobia hasta la guerra abierta. Los que aplauden a su paso ignoran lo que Turing está investigando y los novedosos caminos que está abriendo. Ese público ignora que gracias al trabajo de ese pensador, condenado a la castración química, los códigos secretos de los alemanes serán descifrados. Ese público ignora que los trabajos sobre el concepto de algoritmo de ese corredor establecerán las bases de la computación y permitirán que yo esté escribiendo en este blog. Se trata de un público cruel. Aplauden para que huya, para que huya de sí mismo. Pero ignoran que Turing abrirá el debate sobre la inteligencia artificial. No saben que su definición de máquina aclarará en qué consiste computar, un procedimiento efectivo, un conjunto finito de pasos, que nos convierte un número en otro. Nos preguntó si todo podría ser computable algún día, hasta el pensamiento humano abstracto y creativo. Y en lugar de definir la esencia de la inteligencia humana, nos mostró el camino para poder decidir cuándo una máquina piensa. El test de Turing, a pesar de su aparente ingenuidad, contiene una idea de fondo que a veces pasa desapercibida. Como decía Leibniz, si comparamos todas las propiedades de dos objetos y son iguales, en el fondo, solo tenemos un objeto. Así, si los rasgos de una conducta inteligente humana y los rasgos de una conducta de una computadora no se pueden distinguir, diferenciar, entonces estamos ante lo mismo. Y si supieran que además nos va a indicar cómo estudiar la formación de estructuras vivas utilizando las matemáticas...