Fotografía de Domingo Martínez González |
Por eso son tan importantes los cuadernos de trabajo de los
creadores. Nos demuestran que no son dioses, sino humanos extraordinarios. Son
seres capaces de obsesionarse con una idea o un problema y dedicar toda su vida
a pensarlo, a resolverlo o reformularlo infinitas veces, hasta que logran algo
parecido a una solución.
El libro que ustedes están leyendo, o su cuadro preferido,
es la última versión de una idea que revoloteó dentro de la mente de un creador
durante mucho tiempo. Nos surge la duda de si la obra es ese resultado final
que ahora contemplamos o el proceso completo, desde que brotó la idea original
hasta que compramos la obra. Si incluimos todos los bocetos y borradores,
también debemos añadir la recepción por parte del lector, con sus
interpretaciones y perspectivas. La obra es un proceso abierto.
No todos los creadores están de acuerdo con revelar el
andamiaje de sus obras. Hay miedo, pudor, o mero desinterés. Los borradores reflejan
la intimidad del intelectual, sus dudas, errores y callejones sin salida. Las
notas de trabajo y los cuadernos sacan a la luz también las fuentes de donde
beben el artista y el científico. Vemos quiénes son sus modelos, reconocidos
públicamente o no. Algunos creen que todo esto debe quedar oculto, que es parte
de la intimidad del proceso creativo y que no tiene interés para nadie. Incluso
puede ser utilizado en su contra, para buscar puntos débiles.
Hemingway escribió cuarenta y siete finales distintos antes
de concluir Adiós a las armas, nos
cuentan Anthony Brandt y David Eagleman en su excelente ensayo La especie desbocada (Anagrama, 2022). Nadie
puede sospechar, nos dicen los autores, que “una abundancia de opciones dio lugar
a la última página de la novela”. En todas las artes hay una infinidad de
variaciones y alternativas antes de plasmar la solución final. “Para diseñar el
Flea Theater de Nueva York, la Architectural Research Office elaboró setenta
fachadas distintas.”
El libro habla de cómo la creatividad humana remodela el
mundo. Así que hay ejemplos de todos los campos. Desde la pintura hasta el
diseño de coches o fármacos. La herramienta que utilizamos para innovar es el
cerebro, que genera “superabundancia de opciones: muchas no llegan a la
conciencia, y de entre las que lo consiguen, son muchas las que sucumben”. Para
Eagleman, neurocientífico, y Brandt, compositor, el trabajo creativo se basa en
tres operaciones: doblar, romper y mezclar. Todas las innovaciones surgen de
estas formas de transformar lo que vemos y recibimos de nuestra tradición. Es
evidente que no todo lo que doblamos, rompemos o mezclamos se convierte en una
obra definitiva. En el camino quedan muchos intentos, muchos fracasos, porque para ser innovador y triunfar es
preciso ser arriesgado, original… y contar con un contexto social oportuno.
Conocer los bocetos y las notas de trabajo no solo es bueno,
sino también necesario. Acaba de aparecer una edición ampliada de La idea de principio en Leibniz y la evolución
de la teoría deductiva, publicada por el CSIC, de la mano del filósofo
Javier Echeverría. Se han incluido 587 notas de trabajo de Ortega y Gasset. Estas
anotaciones nos ayudan a conocer la mente creativa del filósofo, sus fuentes, y
las modificaciones que llevó a cabo a lo largo del proceso de escritura. Si los
libros publicados nos muestran el pensamiento del autor, sus notas y borradores
reflejan cómo pensaba. Así, encontramos
en esta nueva edición imágenes de los manuscritos, con notas pegadas con celo
en el folio.
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