Hace unos días aparecía en este periódico un artículo
titulado “El Bachillerato pierde en una década el 11% del alumnado de
ciencias”. A lo largo del texto, se analiza lo que está ocurriendo. Francisco Javier
Pérez Cáceres, creador del programa PIIISA, lamenta el abandono de la formación
práctica en los institutos. Los alumnos van muy poco al laboratorio. No ponen
en práctica el método científico. Ésta sería una de las causas de la ausencia
de vocaciones científicas.
El programa
PIIISA tiene como objetivo “mostrar a los estudiantes de secundaria qué es la
investigación y cómo se realiza. Los estudiantes tienen la oportunidad de
involucrarse en proyectos liderados por científicos de reconocido prestigio, y
conocer de primera mano en qué consiste el método científico y cómo es el
proceso de investigación, algo que les permitirá explorar su posible vocación
por la carrera científica”. En la página web del programa (www.piiisa.es) leemos que el proyecto PIIISA
surge de la colaboración entre la Delegación de Educación en Granada, el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de
Granada (UGR).
¿Cómo llegan nuestros alumnos a la
universidad? ¿Qué carencias cognitivas muestran los jóvenes cuando inician los
estudios superiores? José Ramón Ramos Barrado, catedrático de Física Aplicada de
la Universidad de Málaga dice en ese mismo artículo: “La percepción general es
que los alumnos llegan cada día con peor nivel en Física y, sobre todo, en
Matemáticas. No saben calcular, resolver problemas y lo que es más grave, no
han desarrollado la capacidad del razonamiento abstracto. La ciencia se basa en
la abstracción a partir de la observación de la realidad”. Y añade más
adelante: "Es fundamental; la experimentación introduce rigor en la medida
y el cálculo. Ahí se cultiva la simiente. Es el lugar donde se despierta el
interés y la afición".
Miguel Parra |
Esta capacidad
de razonamiento abstracto la desarrollamos a través de muchas materias:
matemática, lógica, física, química, lingüística, dibujo técnico, filosofía,
música, etc. En los criterios de evaluación de nuestras programaciones aparece
reflejada esa importancia de los procesos formales y abstractos.
Sin embargo,
vivimos en una sociedad icónica, donde lo abstracto es sinónimo de alejado de
la realidad, oscuro, estático y poco moderno. La sociedad icónica nos aboca a
una vida mental ceñida a lo concreto. Hay imágenes hilvanadas a modo de
narración, pero todo concreto. Hileras de imágenes, microhistorias que no van
más allá de sí mismas. Aunque pudieran hacerlo, la velocidad con que aparece la
siguiente evita que suceda. La velocidad de los datos nos impide despegar,
elevar el vuelo del pensamiento. No nos dejan tiempo para separar, abstraer, ni
para relacionar, generalizar, inducir o deducir. Lo concreto, sólo lo concreto.
En esta
sociedad icónica también se banaliza el concepto de observación. La experiencia
fragmentada, sin teoría, nos entretiene, nos embelesa y nos paraliza. La
experimentación en el laboratorio resulta una tarea muy tediosa: exige razonar
antes de observar, imaginar antes de transformar, y volver a pensar tras
anotar. La burbuja icónica, además, nos aleja de la naturaleza, de la complejidad
de la materia, de la medición directa, y nos ofrece a cambio una ficción
pasajera.
Si se debilita nuestra capacidad de abstraer y de formalizar, también se apaga la creatividad, la capacidad de utilizar analogías y metáforas. Deberíamos reflexionar sobre el uso de la imagen en el aula. Las pizarras digitales nos ofrecen un potencial enorme. Y nos ahorran mucho tiempo. Aunque resulte más árido para el alumno, hay tareas que no deben desaparecer: escribir, pensar, leer, mezclar, pesar, medir, dibujar, calcular, argumentar, imaginar, formular hipótesis, formalizar, generar y relacionar conceptos…
Si se debilita nuestra capacidad de abstraer y de formalizar, también se apaga la creatividad, la capacidad de utilizar analogías y metáforas. Deberíamos reflexionar sobre el uso de la imagen en el aula. Las pizarras digitales nos ofrecen un potencial enorme. Y nos ahorran mucho tiempo. Aunque resulte más árido para el alumno, hay tareas que no deben desaparecer: escribir, pensar, leer, mezclar, pesar, medir, dibujar, calcular, argumentar, imaginar, formular hipótesis, formalizar, generar y relacionar conceptos…