sábado, 24 de octubre de 2015

ALEJANDRO DURÁN: UN VASO ES UN VASO


He tenido que pensar lo contrario de lo que voy a escribir. Es la única forma de escapar de las estructuras de sentido que vertebran la gramática. Todo sistema de signos y todo intento de representar son prácticas de dominación cristalizadas. Quien desea huir del orden jerárquico y de las topologías de la normalidad necesita situarse en los bordes o en el envés de la representación. Los lenguajes encauzan nuestra creatividad mediante estratos de sentido asumidos en el mismo acto de pensar. La topología del pensamiento genera un territorio de prohibiciones, de clasificaciones y de esclavitud.
La praxis del artista consiste en desmontar esas anquilosadas gramáticas para que surja lo nuevo, lo diferente, lo que resiste ante cualquier clasificación o interpretación. La transgresión es un proceso que permite subvertir los lenguajes, un proceso de ensayo y error que abre nuevas posibilidades expresivas, nunca predecibles.
Abordar lo indecible, la diferencia repetitiva que anula cualquier fundamento, supone traspasar los signos, darles la vuelta. El rotulador deja una huella, un rastro, que ni el mismo autor domina. El deseo creativo encuentra entonces las grietas de la libertad: el reverso del papel muestra lo que no pintó Alejandro Durán. Es una forma de resistencia creativa, frente a las propias categorías estéticas del autor, generadas por el poder, y frente a las categorías interpretativas, clasificatorias, que maneja el receptor, también diseñadas por el poder.
            Los colores y los trazos, entonces, desvelan las zonas difusas del sujeto, lo que se cuela por los poros que deja el sistema: lo anormal, lo que no encaja, lo que ni siquiera se puede definir. La praxis liberadora es un fluido que atraviesa el papel y desata “la oscura violencia repetida del deseo que agita los límites de la representación”, como dijo Foucault.