martes, 8 de abril de 2025

El kit de pensamiento crítico


Ilustración de Luis Miguel Morales "MOGA"

    Ahora se han puesto de moda los kits de supervivencia. Incluso los recomiendan algunos Estados. Alimentos, medicamentos, productos de higiene, una radio, una linterna, pilas, pastillas de yodo, un hornillo, cerillas, documentos básicos, dinero… Lo justo y necesario para aguantar más o menos vivo durante tres días en caso de guerra. Los ciudadanos de la Unión Europea necesitamos un kit para ser autosuficientes en una situación de emergencia extrema, ya sea una invasión, un ataque con misiles o una lluvia de aranceles.

    Nos quieren meter el miedo en el cuerpo. Dan por hecho que no van a ser capaces de solucionar los problemas geopolíticos en los que andan liados. Es una pena. Nadie nos ha ofrecido un kit de pensamiento para evitar ser engullidos por las estrategias de esas fuerzas geopolíticas, interesadas en que nuestro cuerpo esté a rebosar de miedo. Sería un kit humilde y provisional, fácil de utilizar en caso de emergencia ideológica, como la propaganda o la manipulación. Es conveniente no confundir este kit de pensamiento crítico con el otro, el kit de pensamiento acrítico, el que se utiliza para los simulacros de debates políticos, el kit para militantes acérrimos y polarizados.

    En el kit de pensamiento crítico no debería faltar el escepticismo. La duda es sana siempre, incluso en situaciones de emergencia. No tiene nada que ver con el negacionismo ciego y estéril. El escéptico examina las ideas que circulan por el mundo, por su mente. Escarba en las raíces para localizar el origen. Puede que sean falsas o no, pero no se obsesiona con ello. Cabe alargar el tiempo de análisis hasta el infinito. En tiempos de emergencia todas las señales generan sospecha.

    El escepticismo va acompañado de la prudencia y la búsqueda de la ataraxia. El miedo en el cuerpo genera desorden, angustia, inquietud, dolor y zozobra. Las plantas eran un modelo para los escépticos antiguos. Saben estar ahí, sin hacer nada, recibiendo la luz del sol y moviéndose lo menos posible. El afán por la verdad absoluta puede desquiciar a cualquiera. Por eso se inventan tantas y de tantos pelajes: metafísicas, éticas, políticas, artísticas.

    El mundo no está habitado por ciudadanos abstractos, sino por personas concretas, de carne y hueso. En la sección ética del kit de pensamiento, la persona es el centro y el límite. En tiempos de emergencia hay que pensar en las personas reales. La geopolítica no detecta personas, solo recursos. El kit tiene que ayudarnos a ser auténticos. La maquinaria del miedo utiliza la clasificación para atrapar. Solo la perspectiva única, el ser únicos, nos librará de la red que exprime y aturde. La única red posible es la de seres autónomos, seres que dialogan sobre la vida real.

    Ya nadie habla de la teoría crítica de las necesidades. Desde los griegos, la autosuficiencia, el no necesitar nada, se identificó con la felicidad y la sabiduría. El miedo en el cuerpo sirve para ocultar la gran contradicción geopolítica: “Al reducir las necesidades, la economía capitalista colapsa. Al aumentar las necesidades el planeta se consume”. El kit traerá instrucciones para imaginar las necesidades radicales y el bien común. Frente al orden que establece la razón de carne y hueso (Alimento, vivienda, salud, educación…), el miedo en el cuerpo invierte la jerarquía de las necesidades. Resulta que hay que incrementar el gasto en armamento… 

    El kit de pensamiento carece de sentido sin la mirada irónica del artista. Observar, leer, escuchar y crear. Hay que mirar el mundo como si fuera una metáfora, un símbolo o un juego formal y lírico. Ese desapego desactivará los mecanismos del miedo que utiliza el poder. Los que mandan quieren que su lógica descabellada y suicida sea tomada en serio por los ciudadanos. El artista sabe crear situaciones que desmontan esa lógica de la extracción y el beneficio infinito. Crea situaciones que revelan la raíz absurda del modo de vida impuesto. La sensibilidad del poeta, el músico o el pintor es el mejor detector de lo inhumano, de la falta de dignidad, en fin, de lo insensato.

martes, 25 de marzo de 2025

Los límites de la literatura

    Dice Luisgé Martín, el escritor del El odio, que su objetivo era entender al asesino, a José Bretón, que está en prisión por matar a sus dos hijos. La madre, Ruth Ortiz, ha acudido a la justicia para que ese libro no salga a la luz. Quiere que se proteja el derecho a la intimidad y la imagen de Ruth y José. Y la editorial Anagrama y el escritor creen que tienen derecho a publicar esa obra. Sus argumentos se centran en la libertad de expresión y creación literaria. Prohibir la publicación del libro atentaría contra derechos fundamentales. Sin embargo, la abogada de Ruth considera que lo único que se va a conseguir con ese libro es aumentar el daño y el dolor.

    Lo primero que se le ocurre a cualquiera ante esta noticia es “¿qué necesidad había de todo esto?”. Al lector le vienen a la mente las imágenes del proceso, largo y terrible. Rememora las escenas de sufrimiento aparecidas en todos los medios de comunicación. Ya tuvimos bastante. Ya se informó al detalle. La primera reacción del lector es decir que “no había necesidad de ese libro”, o incluso que “no es justo hacer sufrir más a esa madre”.

    Luisgé Martín le ha explicado a Jorge Morla en El País cuáles eran sus intenciones al emprender la escritura de ese libro. Se trata de una investigación. Ha querido entender cómo pudo José Bretón llevar a cabo semejante crimen. Así pues, habría una necesidad de explicar y comprender lo que sucedió. Esa necesidad justificaría la publicación de la obra. Dice que no pretende dar voz a José Bretón, sino mostrar sus contradicciones, “los laberintos de la infamia y de la vileza de un asesino”. Dice en la entrevista, que “la literatura no está para divertir, está para doler”. Luisgé considera infantil fijar límites a los temas que puede tratar la literatura.

    Poner vallas a la literatura y la creación nunca es bueno ni fácil. Habría que tener muy claros esos límites y quiénes deben elaborarlos y establecerlos. Habrá muchos lectores que piensen que una obra literaria tiene valor en sí misma y que no puede ser censurada. Incluso pueden decir que si se prohíbe el libro, se les está negando el derecho a estar informados de lo que ocurre en el mundo o a disfrutar de una obra literaria. La censura perjudica al creador y al receptor, ya que impide el desarrollo personal de ambos.

    Entraríamos aquí en una discusión infinita sobre qué es el valor literario de una obra. A ver quién se atreve hoy a definir qué es la literatura, el arte, la música o el periodismo… Luego viene lo del realismo y el dolor: provocar dolor existencial y filosófico (al reflexionar sobre la naturaleza humana) no es lo mismo que provocar dolor concreto personal, con nombres y apellidos. Para unos, mostrar detalles concretos no aportará nada, solo será un espectáculo morboso. Pero para otros es necesario conocer la verdad, la abstracta y la concreta, aunque duela. Solo así evitaremos que vuelva a ocurrir y pondremos los medios necesarios. 

     Ahora bien, los jueces sí pueden proteger los derechos de todos los ciudadanos y hacer que se cumpla la ley. Tendrán que investigar, valorar los hechos e interpretar las normas. Quizás digan que nada hay por encima de los derechos fundamentales. Y que se está vulnerando la intimidad y la dignidad de varias personas al publicar ese libro. Quizás el juez diga que ese objetivo de explicar y comprender se podría haber alcanzado de otra forma: por ejemplo elaborando un ensayo de carácter general, comparando casos, sin dar nombres. Quizás diga que ese tipo de escritura no es una investigación científica que pueda aportar algo relevante, ya que solo va a describir un hecho concreto. O todo lo contrario, quizás sean los derechos de creación e información los que prevalezcan…

domingo, 16 de marzo de 2025

Miedo en el cuerpo

    Recuerden los discursos de hace cinco años. Nos decían que aquella pandemia nos serviría para aprender a valorar lo importante. Y que íbamos a salir del estado de alarma siendo mejores. La responsabilidad y la solidaridad de los ciudadanos conmovieron a las autoridades. En mi pueblo, Piña de Campos, el Ayuntamiento agradeció a los vecinos su comportamiento ejemplar con un diploma.

    Los gobernantes aprendieron a distinguir lo necesario de lo superfluo. De repente, se dieron cuenta de que el gasto en sanidad debía aumentar. El sistema debía ser reforzado, con más recursos, más medios técnicos y más personal. Algo parecido sucedió con el sistema educativo, los transportes o la producción de alimentos. Había que prepararse para afrontar los nuevos retos… Una nueva escala de valores había nacido. Primero las necesidades básicas y la solidaridad, luego el resto.

    Esa nueva tabla de valores pronto se volvió un espejismo, una ficción, quizás un engaño. Hoy la sociedad civil sigue teniendo claro cuáles son esas necesidades. Sin embargo, parece que los gobiernos y las instituciones se dedican a otros asuntos, ajenos a la vida de las gentes.

    Ahora los discursos son otros. Hay que aumentar el gasto en defensa para alcanzar la autonomía estratégica. No hay que depender del paraguas militar de los Estado Unidos de América. La disciplina presupuestaria ya no importa. El problema del déficit público está en otro plano. No se penalizará al que se pase del límite. El gasto en políticas sociales no se verá afectado. Es un asunto de responsabilidad colectiva…

    Nos han vuelto a meter el miedo en el cuerpo. Y nos quieren convencer de que todo se arreglará construyendo más armas para matar gente. Nos dan a entender que hay unas leyes de la política que escapan a nuestra comprensión. Y que somos unos irresponsables si nos negamos a seguir el juego de la guerra y la industria de las armas. Hablan de de otra solidaridad, por lo visto. No es el mismo concepto que usábamos hace cinco años.

    La escalada militar no es una solución. Nunca lo ha sido. Ese aumento del gasto en defensa es un síntoma de que gran parte de las instituciones internacionales han fracasado. No han sabido mantener la paz. Las invasiones, los bombardeos sobre población civil… Siempre pagan los mismos. ¿No se les ha ocurrido revisar el funcionamiento de esos organismos mundiales? 

     Que ahora se hable de responsabilidad y solidaridad para seguir preparando la guerra es una indecencia política. ¡Que viene el lobo! ¡No seáis irresponsables! ¡El buenismo no es inteligente! ¡Hay que ser realistas y armarnos hasta los dientes! El truco del miedo en el cuerpo está funcionando. Deberíamos estar planteando una huelga general para recordar a los gobiernos europeos que los ciudadanos sabemos cuáles son nuestras necesidades básicas y nuestros valores: y la guerra no está entre ellos.


martes, 11 de marzo de 2025

El enigma inquietante de la amistad

      

Ilustración de Luis Miguel Morales "MOGA"
         
    La decepción suele empujar a la reflexión. Cuando algo no funciona, surge la pregunta sobre qué ha fallado. En el caso de las relaciones humanas, no es mera curiosidad teórica, sino necesidad práctica. Pero es cierto que la plenitud y el éxito también obligan a pensar, pues provocan admiración. Así que la pregunta acerca de la amistad puede venir por esos dos senderos. La traición del amigo revela que no había una verdadera amistad. Y la lealtad a lo largo de los años nos asombra: ¿en qué consiste ese vínculo afectivo tan resistente?

    La amistad ha sido considerada desde siempre una de las relaciones humanas más valiosas. No en vano es una actividad asociada a la felicidad. Ahora, la aceleración de la sociedad de consumo, junto con los dispositivos electrónicos y las redes de comunicación, ha transformado todos los vínculos sociales. Urge volver a explicar en las aulas en qué consiste esa relación tan elogiada por los filósofos de todos los tiempos. En una sociedad en la que todo es un medio para alcanzar algo, la verdadera amistad nos muestra la posibilidad de tratar al otro como fin en sí mismo, sin buscar ninguna utilidad.

    La pensadora Marina Garcés nos ofrece el ensayo titulado La pasión de los extraños, en la editorial Galaxia Gutenberg. En un mundo de incertidumbre y precariedad, dice la autora, la amistad se presenta como un espacio de seguridad. Al mismo tiempo, es un espacio de relaciones tan inquietante como temible, añade. La intimidad y la libertad están en juego. La relación entre amigos no es fácil de definir. Basta con estar juntos, con lazos muy fuertes que pueden romperse en cualquier momento.

    Sobre la amistad hay un consenso que viene de lejos. Está rodeada de rituales, normas y costumbres. Sin embargo, no hay instituciones para regularla. El libro pretende ser una investigación que recorra los márgenes de la escritura sobre la amistad, los vacíos conceptuales. Marina Garcés quiere sacar a la luz lo que permanece oculto, lo que no se dice, a pesar de hablar tanto de ella y proponerla, incluso, como remedio terapéutico para nuestros males.

   Y lo primero que queda claro es que se trata de una relación ambivalente. Sirve tanto para socializarnos como para poner en cuestión las normas establecidas. Al elegir los amigos, cambiamos de contexto social y afectivo. La familia nos viene dada, pero los amigos no, vienen de fuera. Es una relación rara, remarca Marina, sin instituciones ni leyes que la regulen. La hipótesis explicativa de la autora consiste en la “pasión de los extraños”. La verdadera amistad brota entre extraños. El encanto inexplicable de lo extraño genera alianzas casi indestructibles, frente a la tiranía del tiempo, la necesidad, la opresión, la aceleración o la soledad.

    Ha existido bastante acuerdo entre los filósofos. La amistad tiene que ver con la virtud, con el bien. Hay verdaderas y falsas amistades. La verdadera, la perfecta, no depende de la utilidad o el placer, sino de la virtud, de reconocer con la inteligencia la excelencia única del otro. Ese reconocimiento mutuo requiere dos ingredientes: tiempo compartido y ausencia de cualquier tipo de dependencia. Es amor a la libertad del otro. Por último, es necesaria una comunidad política que la haga posible. 

    Marina Garcés parte de una sospecha: ese consenso esconde algo. El ideal de amistad clásico es androcéntrico, entre hombres iguales y libres. Las demás posibilidades han quedado en los márgenes. Es lo que ha ocurrido con la amistad entre mujeres, por ejemplo. Además es un modelo clasista, válido para personas que ya cuentan con todas las necesidades cubiertas. La amistad perfecta se presenta como un ideal casi inalcanzable en la vida diaria. Por eso Marina Garcés explora otras visiones más próximas a la vida real de la gente, donde hay necesidad y dependencia, escucha y cuidado mutuo.

martes, 11 de febrero de 2025

Hablar del cielo y buscar sentido

Ilustración de Domingo Martínez González

    Casi no hablamos del cielo. Me refiero a las estrellas, los planetas, los cometas y las galaxias. En contadas ocasiones miramos hacia arriba y decimos algo sobre el firmamento. Suele ser cuando salimos al campo y nos alejamos de las ciudades, casi siempre en verano. La mayor parte del tiempo ignoramos la belleza de las estrellas. A pesar de tener al alcance de la mano toda la información necesaria para leer los cielos, parece que la gente ya no tiene esa necesidad. Cuando a un joven le dices que a simple vista puede contemplar la belleza de Venus o Júpiter, te mira desconcertado. Los dispositivos, además de acelerarnos, dirigen nuestra mirada hacia el suelo.

    En la prensa hay noticias sobre la exploración espacial casi todos los días, con secciones en los periódicos que cuentan con excelentes divulgadores científicos. Las imágenes de los telescopios actuales nos deslumbran y emocionan. Recuerden cuando se publicó la imagen del agujero negro que ocupa el centro de la Vía Láctea. Pero no todo es tranquilizador. De vez en cuando hay noticias que nos preocupan, como la actividad del Sol o la amenaza de un meteorito gigante. Ahora mismo se está siguiendo la trayectoria de un asteroide que pasará muy cerca de la Tierra en 2032.

    Para disfrutar del espectáculo nocturno no se necesita ser un experto. No es cuestión de conocimientos astronómicos. No hace falta conocer a fondo las teorías cosmológicas para quedarse pasmado ante el espectáculo nocturno. Los seres humanos lo vienen haciendo desde hace miles de años. Lo que sí es cierto es que cuanto más sabemos, la experiencia estética de mirar al cielo se vuelve más rica y compleja. Saber que una estrella está a cien años luz implica verla de otro modo. O saber que hay un millón de cuatrillones de estrellas…

    La filosofía surgió de la admiración, nos recuerda Aristóteles. Entre los científicos y filósofos actuales esa admiración no ha decrecido, todo lo contrario. Si bien hay muchos y muy buenos libros de divulgación científica, es raro encontrar ensayos que hablen del impacto filosófico que conlleva contemplar el cosmos. Hace unos días me encontré en la librería la obra Universo y sentido, del filósofo Norbert Bilbeny, publicada por Anagrama. Lleva como subtítulo “En busca del sentido en la inmensidad”.

    Es una obra extensa, setecientas páginas. El filósofo ha escrito un ensayo que se lee con placer, una obra que nace de la pasión por el saber. No sólo aparecen las reflexiones de los grandes pensadores, sino que está muy bien documentada desde el punto de vista científico. Es un ejemplo de colaboración entre ciencias y humanidades. Frente a la especialización, este libro logra integrar en un texto muy cuidado todas las inquietudes de un humanista.

    El libro comienza con la descripción de una experiencia bastante común. No es nada raro que uno se quede embelesado ante una noche estrellada. La bóveda celeste cuajada de estrellas nos intimida con su belleza. La finitud de lo humano es incapaz de atrapar la inmensidad. Así nace la experiencia de lo sublime. La imaginación se ve desbordada ante lo infinito. La razón intenta comprender esas dimensiones espaciales y temporales descomunales. Y la sensibilidad responde de forma contradictoria: ese bello abismo nos atrae al mismo tiempo que nos asusta. 
    
    El orden eterno de los astros ha inquietado siempre a la humanidad. La armonía del cosmos se basa en un orden matemático, racional y eterno, pensaban los griegos. Sin embargo, tras ese orden y esa quietud aparentes se esconde lo oscuro, lo gigantesco e impredecible. El asombro ante la inmensidad empuja al observador a preguntarse por su lugar en el cosmos. Y esa pregunta tiene que ver con el sentido de la existencia. Según unos, ese orden racional puede ser suficiente para encontrar sentido. Según otros, el orden racional es una proyección humana, un intento de domesticar una realidad caótica. El ser humano es una mota de polvo intrascendente en un universo inmenso. Pero esas efímeras motas de polvo son capaces de pensar sobre ello y escribir libros tan deslumbrantes como Venus.

miércoles, 15 de enero de 2025

El origen de la vida

Generada por Luis Miguel Morales "MOGA"

    Los seres vivos que hoy conocemos son el fruto de largos y complejos procesos físicos. Nunca se descubrirá ese instante en el que la materia inerte pasó a ser materia viva, como tampoco sabremos cuándo algunos de esos seres vivos comenzaron a ser conscientes. Los procesos materiales requieren tiempo, millones de años. A pesar de los saltos y de las mutaciones bruscas, la evolución del cosmos implica extensos periodos de tiempo. Solo así cabe comprender cómo fue brotando eso que llamamos vida.

    Los experimentos de Miller-Urey en 1953 abrieron el camino: la vida surgió de una sopa prebiótica. Frente a las hipótesis que hacían uso de fuerzas ajenas a la realidad física, se comprobó que la vida es una organización de la materia, nada más, y nada menos… Ya no es necesario acudir a un principio vital, un soplo divino o algo semejante. Al mostrar que no hay brecha, que no hay un salto cualitativo, se diluye la necesidad de un agente divino o espiritual, no material. El experimento de Miller corroboraba la hipótesis materialista del origen de la vida y abría un campo apasionante para la investigación científica y el pensamiento filosófico.

    Hace unos días han salido a la luz los resultados de un experimento realizado en nuestro país por un equipo liderado por el geólogo Juan Manuel García Ruiz. En el grupo hay investigadores del Donostia International Physics Center, del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, del CSIC, y de las universidades de Valladolid y Cádiz. Hasta ahora se pensaba que primero surgieron los ladrillos de la vida, los aminoácidos, y que luego se formaron las células. Según este experimento, al mismo tiempo que aparecen esos elementos primordiales también se forman protocélulas, unas cápsulas huecas, unos compartimentos. Los resultados han sido publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) el mes pasado.

    En el artículo, “Concomitant formation of protocells and prebiotic compounds under a plausible early Earth atmosphere”, explican el experimento y extraen conclusiones sobre el origen de la vida en el universo: “Nuestros resultados sugieren que las protocélulas y las moléculas clave de la vida ya coexistían en la Tierra primitiva, preparando el escenario para el surgimiento de la vida… Estos “protomundos” orgánicos podrían estar ampliamente distribuidos por todo el universo en cualquier cuerpo similar a la Tierra, donde podrían seguir diferentes caminos evolutivos”.

    La filosofía de la biología se dedica a pensar sobre el concepto de vida, de especie, de ecosistema… Desde Aristóteles ha habido gran interés por definir qué entendemos por un ser vivo. El mecanicismo moderno y la teoría de la evolución plantearon nuevos desafíos: comprender cómo van apareciendo los diferentes niveles de complejidad. Se parte de una idea simple: todo está hecho de átomos. Lo difícil es explicar la autoorganización de la materia, la capacidad de autogenerarse, repararse, mantener una temperatura constante, reproducirse… Quizás debamos utilizar un enfoque más sistémico si queremos aclararlo. 

     La vida es un proceso, por eso tiene que ver más con las relaciones que con las sustancias. “No somos individuos aislados, sino algo parecido a complejas redes de organismos de diferentes especies que van definiéndose y transformándose a través de un sinfín de interacciones constantes”. Esta es la tesis que sostienen Carlos Briones y Valerio Rocco en “¿Qué es la vida? Una nueva aproximación desde la ciencia y la filosofía”, artículo publicado en Revista de Occidente el pasado diciembre. También hablan en ese texto de la relación entre vida y muerte. Los primeros organismos se dividían, no morían. La muerte aparece miles de años después del origen de la vida. El concepto de vida no implica necesariamente la existencia de la muerte.